¿Por qué fiscalizamos el mérito en lugar de incentivarlo?
23 de Abril de 2025

Oriol Batalla

23/04/2025


Hay debates que se están evitando por comodidad, por miedo o por costumbre. Pero algunos de nosotros no hemos venido aquí a repetir lo de siempre. Hemos venido a señalar lo que no cuadra. Y hoy voy a hablar de algo que, como asesor financiero y director de una agencia de seguros, veo constantemente: tenemos un sistema fiscal que penaliza el mérito, el esfuerzo y la iniciativa. Y esto es un problema estructural que no va a arreglarse solo.


El precio del éxito: ¿trabajas más para pagar más?

A día de hoy, una persona que supera los 60.000 € anuales de ingresos dedica, según cálculos recientes, más de 3 horas y media al día solo a pagar impuestos. No a crear empleo. No a invertir en su proyecto. No a ahorrar para su futuro. A pagar. A sostener un sistema que no siempre devuelve lo que exige.

Y si tus ingresos superan los 300.000 €, el tipo marginal se dispara al 47%. Como si el éxito profesional fuera sospechoso. Como si levantar un negocio, innovar o asumir riesgos debiera ir acompañado de una penalización.

¿De verdad este es el mensaje que queremos lanzar a las nuevas generaciones? ¿Que no se esfuercen demasiado porque el sistema les va a pasar factura? Porque si es así, vamos por mal camino.


El argumento fácil: “los impuestos son para servicios públicos”

Es el mantra habitual. Sanidad, educación, carreteras… Pero si rascamos un poco, los datos son tozudos:

  • 14,48% del gasto público para sanidad
  • 9,26% para educación
  • 40,69% para pensiones y ayudas

Y esto no lo digo yo, lo dicen los Presupuestos Generales del Estado. Es decir, el grueso de lo recaudado no se destina a facilitar el futuro, sino a sostener el presente y el pasado. Y cuidado, no estoy diciendo que no haya que proteger a quienes lo necesitan. Lo que digo es que no tiene sentido que los que tiran del carro estén continuamente cargando con un sistema que no los impulsa, sino que los frena.


El falso debate de la equidad

Nos han hecho creer que un sistema fiscal más progresivo es automáticamente más justo. Pero… ¿qué pasa si ese sistema progresivo desincentiva el esfuerzo? ¿Qué pasa si genera una cultura de “no merece la pena esforzarse porque Hacienda se lo lleva”? ¿Qué pasa si nos quedamos sin referentes de progreso?

La equidad real no consiste en igualar por abajo, sino en crear un entorno donde el que se esfuerza tiene recompensa, y el que necesita ayuda, la recibe sin que sea a costa de desincentivar a quien genera.

Porque si seguimos penalizando a los que producen, innovan y arriesgan, llegará un punto en el que estos simplemente dejarán de hacerlo aquí. Y buscarán entornos donde el esfuerzo no se vea como una amenaza fiscal, sino como lo que realmente es: el motor del crecimiento.


¿Una propuesta? Proporcionalidad, transparencia y corresponsabilidad

No vengo a quejarme sin más. Vengo a proponer.

  1. Simplificación fiscal: menos tramos, menos excepciones, menos letra pequeña.
  2. Un tipo proporcional realista: donde todos contribuyamos en el mismo porcentaje, sin castigar el salto de ingresos.
  3. Corresponsabilidad pública: cada euro recaudado debe rendir cuentas, ser transparente y justificar su uso.
  4. Incentivos reales al ahorro y la inversión: porque quien construye su futuro también está ayudando a sostener el sistema.


Lo que no se dice, pero se siente

Hay algo que cada vez escucho más en reuniones, comidas de empresa, llamadas con clientes, sesiones de asesoría… Un suspiro. Una frase entre dientes. Un “es que si gano más, me crujen”. Ese murmullo silencioso que se está convirtiendo en norma.

Y eso, créeme, es más peligroso que cualquier déficit fiscal. Porque si desactivas las ganas de crecer, te cargas la base misma del progreso.


En resumen:

No se trata de pagar menos. Se trata de pagar justo. Y de sentir que tu esfuerzo no es castigado, sino valorado.

Desde mi pequeña trinchera, seguiré diciendo lo que muchos piensan y pocos se atreven a verbalizar. Porque si no empezamos a cuestionar un sistema que premia la dependencia y castiga el mérito, no habrá reforma fiscal que nos salve del estancamiento.

Esto no va de ideologías. Va de lógica. Y de dignidad.

    ¿Por qué fiscalizamos el mérito en lugar de incentivarlo?